miércoles, noviembre 05, 2008
una triste historia entre la pequeña Susi y el brutote de su profesor
-Me habría encantado recibirte desnuda -dijo la dulce Susi al abrir la puerta-. Pero me avergoncé.
-Da igual, niña, ya habrá tiempo de que lo estés -musitó mientras se avalanzaba para besarla.
El electrificante contacto de sus labios también lo ponía brutote. Sabían a sudor, nervios y deseo, el deseo de lo vetado, supongo. Ella estaba de puntillas para poder abrazarlo, así que no fue complicado alzarla del suelo y entrar en la casa. Su mano se deslizó por debajo del vestido blanco, inmaculado, con ese aire de princesa del bosque tan inocente. Ese culo, soñaba con ese culo desde el curso pasado. Y por ese culo había abandonado la vida de profe de secundaria para cubrir una plaza de instituto. Ese dulce culo era pecativo. Y cómo se derretía entre sus dedos, suspirando contra su cuello, y sus pechos firmes y pequeños meciéndose al ritmo de su respiración.
-¿Vamos a mi cuarto? -dijo Susi con su voz más inocente.
Pero él la tiro al sofá y, con una rodilla en el suelo, la contempló unos instantes, su cara sorprendida, inocente y con esa dulzurar que sólo se encuentra a su edad. Ella abrió un poco las piernas, lo suficiente para dejarle ver qeu no llevaba braguitas.
-Te quiero -dijo Susi al percatarse del momento de silencio.
-Yo también te quiero -dijo. "Te quiero follar" añadió la voz perversa.
Primero acarició los delicados tobillos para poco a poco, eficientemente, ascender por esa pierna infinita, casi divina, hasta llegar a la suave piel de la cara interna de sus muslos, que le tentaban profundamente. Con una mano en la rodilla y la otra en la cadera, enterró la cara en su cálido sexo. Susi jugeteaba con los dedos entre su pelo, suspirando entrecortadamente, la punta de los dedos de su pie se apoyaba, sutil, en la entrepierna de su profesor. El orgasmo vino con un grito suspiroso y un escalofrío eléctrico. Casi tuvo que arrancárselo de entre las piernas, pero cuando estuvo libre, lo besó profundamente hasta tirarlo sobre el suelo.
-Quiero hacerte gritar -le susurró al oído.
Primero desabotonó la camisa, lamiendo cada centímetro de piel según la descubría. El profesor sentía su sexo húmedo y caliente a través del pantalón. Pcoo a poco se fue deslizando por su pierna derecha, hasta pelearse con el cierre del cinturón. Y al fin, mila años después, volvía a ver la luz, y la niña volvió a ser delicada y pilla, besándole el abdomen, para convertirse en la princesa del bosque de su púbis. Con una mano rozándole el escroto y los dulces labios de Susi a punto de vesarle, el brutote de su profesor tuvo que concentrase, sin conseguirlo, para no correrse. Pero eso a ella no le importó, sólo reclamó un espacio más cómodo para el siguiente.
-Seguro que no vendrá nadie, ¿verdad? -preguntó él al dejar la mochila a los pies de la cama.
-Seguro -dijo la dulce Susi mientras ponía música.
La segunda vez fue más divertido, y más larga, como agradecería a posteriori el profesor. Su piel desnuda bajo el solde de la tarde que se colaba por la ventana, la música de jazz, el aroma acre de la pasión. Y entonces, cuando del deseo ya sólo quedaba un tierno abrazo, oyeron los pasos en el pasillo y la convesación monocorde. Susi, asustada, le dijo con gestos que se metiera en el armario mientras se ponía el vestido de princesa del bosque. Aquello no lo ponía brutote, en contra le hacía añorar su vida fuera de prisión. Y aunque su consciencia se descojonaba del chiste malo, se escondió en el armario.
-Susana -gritó la monocorde voz de mujer-, abre la ventana, que la peste llega al pasillo.
La puerta se abrió y Susi suspiró echándole un vistazo de refilón al cuarto.
-¡Hola, mami! ¡Qué pronto han llegado!
-Pero, cariño, si estás toda acalorada. ¿Va todo bien?
-Sí, mami. Vamos fuera y saludo a papá.
Y cuando el profesaor ya se daba por salvado, la mamá de Susi reparó en la mochila negra, y aunque, como buena madre, en una rápida observación de la escena, comprendió qué pasaba, preguntó, por si acaso:
-¿Tienes a alguien aqui? -preguntó mientras abría la puerta del armario.
sábado, junio 28, 2008
Atención, pregunta
P.D. No tengo móvil, no tengo WoW, pero tengo una oportunidad de trabajo.
jueves, noviembre 15, 2007
Preguntas
1) Censura y libertad de expresión. En varios congresos a los que últimamente he asistido, he visto cómo se lanzaban voces críticas alertando del recorte generalizado contra la libertad de expresión. ¿Qué pensáis de eso? ¿Creéis que es cierto?
Prattchet dixit:"Escribir es lo más divertido que se puede hacer en solitario". Además, la parte íntima del acto creativo es lo que convierte a la literatura en Arte. Cualquier escritura que tenga un fin más allá del placer del acto creativo tenderá a no ser interesante. Ya que la censura es algo principalmente social, no debería interferir en el resultado del acto creativo. Si hablamos de autocensura, termina dependiendo de la libertad del individuo, del equilibrio entre el estándar moral y la chabacanería que nivelan la psique del autor.
La libertad de expresión ha pertenecido durante los últimos quinientos años a la moral cristiana, si no, me remito al Lazarillo de Tormes y la novela picaresca, que pide a gritos un poco de sexo. Esa tendencia se está modificando, la libertad de expresión es ahora un asunto político en un marco donde la fuerza viene dada por el aperturismo comercial y eso termina llevando a la autocensura.
2) ¿Crees que la literatura tradicional tiene tantas posibilidades para agrietar la manipulación como las nuevas tecnologías? ¿Cómo lo harías? ¿Cómo lo haces? ¿Lo haces?
Opino que hacer una diferenciación entre literatura tradicional y las nuevas tecnologías es un error. El uso certero y creativo de la lengua es literatura, ya sea de un género u otro. Los medios que emplemos para transmitir no son más que eso, herramientas al servicio del autor ya sea escritor, dramaturgo o guionista. Y aunque nos pese, la manipulación está en todas partes, hasta en nuestra propia cabeza.
3) ¿Qué formas de autocensura te has impuesto? ¿Cuáles crees haber detectado en otros?
La peor autocensura suele estar envuelta en lo políticamente correcto, en esa moralidad social que acompaña a la lengua. Como tiendo a escribir por satisfacción propia, intento no autocensurarme, quizás tiendo a ciertos eufemismos o buscar términos afines. Acerca de autocensura en otros escritores, me sorprendió el uso de la palabra estupro en la novela de Víctor Ramírez Nos dejaron el Muerto refiriéndose a la violación de una muchacha, cuando el resto del estilo tendía al uso de palabras más coloquiales.
4)¿Escribirías sobre pederastia o violaciones? ¿Podrías adoptar el papel del agresor e intentar comprenderlo, como ha hecho Updike con el terrorismo islámico? ¿Por qué sí? / ¿Por qué no?
La historia se basa en personajes, no en ideologías. No podría escribir una historia sobre el maltrato como fenómeno, pero sí sobre Matilde, que nació en Santa Cruz en 1949 y que le dice a su psicólogo que lleva 45 años enferma. Creo que me gusta más darle voz a las víctimas que a los verdugos, supongo que se merecen más ser comprendidas. La capacidad de darle voz propia a un personaje sólo se puede desarrollar con la empatía y me resulta más adecuado adaptarme a la voz que sufre.
5) ¿Cambiarías un libro tuyo, alterando alguna parte sustancial, por dinero o para facilitar su publicación? ¿Lo has hecho alguna vez?
Dependería de mi capacidad de volver a encajar las piezas del puzzle para que el cambio supere a la versión anterior. Aunque no creo que me gustara.
6) ¿Cuál es tu público? ¿Para quién crees que escribes? ¿Te haría dudar el que una persona detestable dijera sinceramente admirar tus libros? ¿Cambiarías de forma de escribir si al conocer a tu lector medio éste resultase ser un gilipollas?
Siempre trataría de innovar, pero como reto íntimo, buscar algo que me guste más todavía. Creo que al terminar un texto, éste se desprende del autor y pasa a ser de los lectores, así que, aunque me pareciera despreciable mi lector medio, no cambiaría mi forma de escribir. Cada uno es libre de tener su propia opinión social, política o religiosa. Aunuqe no creo que alguien despreciable llegara a mis textos.
7 ) Si el proceso de escribir un libro te resultase autodestructivo, o dañino, o pudiera dañar, por tu obsesividad al escribirlo, a tu familia, ¿lo terminarías? Si escribieras un libro sobre tu entorno familiar o afectivo que pudiera herir profundamente a alguien que quieres, ¿esperarías a su muerte para publicarlo?
Difícil cuestión, creo que antepodría mi familia a la escritura, hay más temas, más historias dentro de mi cabeza. Pero personas que te acepten y te quieran por tí mismo hay muy pocas.
8 ) ¿Crees que la literatura tiene o debe tener intenciones políticas? ¿Por qué? ¿La tuya las tiene? ¿Cuáles? Un escritor progresista cuya obra no evoluciona, ¿es un escritor progresista? ¿Es posible un escritor conservador en lo político yvanguardista en lo literario? ¿Crees que hay relación entre el posicionamiento ante la tradición y la ideología del escritor?
No de una forma explícita. Pero nadie está libre de su ideario político, no puedo desentenderme de las realidades políticas de mi subconsciente. En el momento que prima el ideario a la historia las motivaciones del texto se difuminan estrepitosamente.
9)¿Hay algún tema sobre el que no se puede escribir? ¿Hay algún tema que no puede tomarse a broma, o sobre el que no se puede adoptar actitudes irónicas en ningún caso? ¿Cuál o cuáles?
La literatura no debería limitarse con tabús, aunque hay temas tan crudos que debería mantenerse el respeto hacia el dolor de la victima. Tratar temas como la violencia fascista o la violación debe hacerse con el tono adecuado.
10) ¿Qué confianza tienes en tu obra? Si nadie quisiera publicarte y estuvieras inédito durante 10 años o más, ¿seguirías escribiendo sistemáticamente? ¿Qué podría hacer que dejaras de escribir de modo definitivo?
El acto creativo es íntimo y sólo dejaría de hacerlo cuando dejara de disfrutarlo.
miércoles, noviembre 14, 2007
Natalia frente la hoguera

y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
miércoles, noviembre 07, 2007
La Musa
"A lo largo de la vida nos llenamos de sonidos, visiones, olores, sabores y texturas de personas, animales, paisajes y acontecimientos grandes y pequeños. Nos llenamos de impresiones y experiencias y de las reacciones que nos provocan. Al inconciente entran no sólo datos empíricos sino también datos reactivos, nuestro acercamiento o rechazo a los hechos del mundo.
De esta materia, de este alimento se nutre La Musa. Ése es el almacén, el archivo, al que hemos de volver en las horas de vigilia para cotejar la realidad con el recuerdo, y en el sueño para cotejar un recuerdo con otro, lo que significa un fantasma con otro, y exorcisarlos si hace falta"
Yo lo llamo el "ojo del escritor", capto un momento en un bar, en la guagua o simplemente en la calle, y, aunque intento evitarlo, me engancho. Miro los detalles, movimientos, colores. Defino los personajes y ajusto una historia que cuadre. La mirada del escritor me ayuda a ver en lo cotidiano el momento creativo. Aunque a veces, lo único que consigo es parecer un poco loca, sobretodo cuando mis sujetos de análisis se dan cuenta de lo que está pasando.
No confundir la mirada del escritor con la mirada del miope.
jueves, noviembre 01, 2007
La caza de halloween

Lo intenté, pero no me atrevía a sacar fotos... y menos a entregar las tarjetitas. Pero hice una. Espero que les guste.
Al final, podríamos haber salido por La Laguna, pero nos quedamos en Santa Cruz, un poco lo que hacíamos siempre. Mucha gente y un buen ambiente para una noche de halloween en el callejón. Algún día me gustaría hablarles de la experiencia en el arte de la escritura. Pero hoy estoy de resaca.
lunes, octubre 29, 2007
La Creatividad y la Belleza
A estas alturas del partido, creo que me hubiera gustado hacer bellas artes, pero es un deseo al que no le presto mucha atención, quizás dentro de algunos años.
¿Cómo sé yo que mi belleza es tu belleza? "Pa'gustos, colores", espero. ¿Cómo se plasma la belleza en un escrito? No parece difícil a primera vista, sólo hay que utilizar imágenes bellas: hay elementos culturales comunes que transmiten belleza, desde una mariposa hasta el cielo estrellado. Pero yo no quiero conformarme con escribir cosas bellas, necesito un poco de miga, sustancia, fondo. Una trama matizada, contrastada, que no sólo trasnmita belleza, y creo que eso es lo que los hippyprofesores no terminan de comprender.
Eso sí, con un poco de morro, se les puede colar cualquier cosa, incluso esas palabras maltratadas por la belleza: desechos, ponzoña... ¿Tienes alguna palabra no bella para mí?
viernes, junio 01, 2007
AMDG: opinión
La crítica de esta polémica novela se centra en la educación impartida en los centro jesuitas, la doble moralidad, los recursos populistas para conseguir la buena imagen ante el pueblo. Pérez de Ayala es un ojo indiscreto dispuesto a destapar las fatalidades de un colegio de provincias.
Utilizando la mejor técnica de la instrucción jesuita, la retórica, el autor critica la jerarquía de la orden, los castigos a los que se somete al alumnado y la falta de libertad en la que viven los padres más progresistas.
Destacar, a modo de detalle, el magnífico uso de los distintos niveles sociales de lenguaje.
miércoles, mayo 30, 2007
Poesía frente a Prosa
¿Por qué entonces, sigue emocionándome más un juego de espejos en una novela que un encabalgamiento bien conseguido? Creo que es porque me gusta que me cuenten historias, me gusta estar enganchada a un libro durante días. ¿Qué más razones quiero?
martes, mayo 29, 2007
Incorrupción
domingo, octubre 15, 2006
Gatos...
Bien... ahora vamos al asunto. Tengo la idea, tengo el proyecto... ¿Les gusta la historia? ¿Merece la pena trabajarla? Avísenme.
domingo, julio 17, 2005
Puente Galcerán
Llevo una semana que lo único que hago es escribir encerrada en casa. Mi madre ha tenido un pequeño accidente y necesita que la ayude. Así que hoy, cuando ya se iba a dormir, salí a dar una vuelta. Santa Cruz de noche es una ciudad que no conozco. Me gusta la noche, quedarme horas en el silencio, leyendo o simplemente mirando por la ventana. Este es el puente Galcerán, iluminado con colorcitos que te deslumbran si cruzas el puente, aunque reconozco que desde donde estaba, se veía bonito.
sábado, julio 09, 2005
Barquitos de inspiración
Cada día intento estar dos horas delante del word avanzando en un relato que empecé hace dos semanas. Odio los diálogos y para conseguir que salgan más o menos naturales, tengo que corregir, pensar, trastear... mientras, hago barquitos de papel.
miércoles, julio 06, 2005
Porqué doce, porqué cuentos, porqué peregrinos
Los doce cuentos de este libro fueron escritos en el curso de los últimos dieciocho años. Antes de su forma actual, cinco de ellos fueron notas periodísticas y guiones de cine, y uno fue un serial de televisión. Otro lo conté hace quince años en una entrevista grabada, y el amigo a quien se lo conté lo transcribió y lo publicó, y ahora lo he vuelto a escribir a partir de esa versión. Ha sido una rara experiencia creativa que merece ser explicada, aunque sea para que los niños que quieren ser escritores cuando sean grandes sepan desde ahora qué insaciable y abrasivo es el vicio de escribir.
La primera idea se me ocurrió a principios de la década de los setenta, a propósito de un sueño esclarecedor que tuve después de cinco años de vivir en Barcelona.
Soñé que asistía a mi propio entierro, a pie, caminando entre un grupo de amigos vestidos de luto solemne, pero con un ánimo de fiesta. Todos parecíamos dichosos de estar juntos. Y yo más que nadie, por aquella grata oportunidad que me daba la muerte para estar con mis amigos de América Latina, los más antiguos, los más queridos, los que no veía desde hacía más tiempo. Al final de la ceremonia, cuando empezaron a irse, yo intenté acompañarlos, pero uno de ellos me hizo ver con una severidad terminante que para mí se había acabado la fiesta. "Eres el único que no puede irse" me dijo. Sólo entonces comprendí que morir es no estar nunca más con los amigos.
No sé por qué, aquel sueño ejemplar lo interpreté como una toma de conciencia de mi identidad, y pensé que era un buen punto de partida para escribir sobre las cosas extrañas que les suceden a los latinoamericanos en Europa. Fue un hallazgo alentador, pues había terminado poco antes: El Otoño del Patriarca, que fue mi trabajo más arduo y azaroso, y no encontraba por dónde seguir.
Durante unos dos años tomé notas de los temas que se me iban ocurriendo sin decidir todavía qué hacer con ellos. Como no tenía en casa una libreta de apuntes la noche en que resolví empezar, mis hijos me prestaron un cuaderno de escuela. Ellos mismos lo llevaban en sus morrales de libros en nuestros viajes frecuentes por temor de que se perdiera. Llegué a tener sesenta y cuatro temas anotados con tantos pormenores, que solo me faltaba escribirlos.
Fue en México, a mi regreso de Barcelona, en 1974, donde se me hizo claro que este libro no debía ser una novela, como me pareció al principio, sino una colección de cuentos cortos, basados en hechos periodísticos pero redimidos de su condición mortal por la astucias de la poesía. Hasta entonces había escrito tres libros de cuentos. Sin embargo, ninguno de los tres estaba concebido y resuelto como un todo, sino que cada cuento era una pieza autónoma y ocasional. de modo que la escritura de los sesenta y cuatro podía ser una aventura fascinante si lograba escribirlos todos con un mismo trazo, y con una unidad interna de tono y de estilo que los hiciera inseparables en la memoria del lector.
Los dos primeros -El rastro de tu sangre en la nieve y El verano feliz de la señora Forbes- los escribí en 1976, y los publiqué enseguida en suplementos literarios de varios países. No me tomé ni un día de reposo, pero a mitad del tercer cuento, que era por cierto el de mis funerales, sentí que estaba cansándome más que si fuera una novela. Lo mismo me ocurrió con el cuarto. Tanto, que no tuve aliento para terminarlos. Ahora sé por qué el esfuerzo de escribir un cuento corto es tan intenso como empezar una novela. Pues en el primer párrafo de una novela hay que definir todo: estructura, tono, estilo, ritmo, longitud, y a veces hasta el carácter de algún personaje. Lo demás es el placer de escribir, el más intimo y solitario que pueda imaginarse, y si uno no se queda corrigiendo el libro por el resto de la vida es porque el mismo rigor de fierro que hace falta para empezarlo se impone para terminarlo. El cuento, en cambio, no tiene principio ni fin: fragua o no fragua. Y si no fragua, la experiencia propia y la ajena enseñan que en la mayoría de las veces es más saludable empezarlo de nuevo por otro camino, o tirarlo a la basura. Alguien que no recuerdo lo dijo bien con una frase de consolación: "Un buen escritor se aprecia mejor por lo que rompe que por lo que publica". Es cierto que no rompí los borradores y las notas, pero hice algo peor: los eché al olvido.
Recuerdo haber tenido el cuaderno sobre mi escritorio de México, náufrago en una borrasca de papeles, hasta 1978. Un día, buscando otra cosa, caí en la cuenta de que lo había perdido de vista desde hacía tiempo. No me importó. Pero cuando me convencí de que en realidad no estaba en la mesa sufrí un ataque de pánico. No quedó en la casa un rincón sin registrar a fondo. Removimos los muebles, desmontamos la biblioteca para estar seguros de que no se había caído detrás de los libros, y sometimos al servicio y a los amigos a inquisiciones imperdonables. Ni rastro. La única explicación posible -¿o plausible?- es que en algunos de los tantos exterminios de papeles que hago con frecuencia se fue el cuaderno para el cajón de la basura.
Mi propia reacción me sorprendió: los temas que había olvidado durante casi cuatro años se me convirtieron en un asunto de honor. Tratando de recuperarlos a cualquier precio, en un trabajo tan arduo como escribirlos , logré reconstruir las notas de treinta. Como el mismo esfuerzo de recordarlos me sirvió de purga, fui eliminando sin corazón los que me parecieron insalvables, y quedaron dieciocho. Esta vez me animaba la determinación de seguir escribiéndolos sin pausa, pero pronto me di cuenta de que les había perdido el entusiasmo. Sin embargo, al contrario de lo que siempre les había aconsejado a los escritores nuevos, no los eché a la basura sino que volví a archivarlos. Por si acaso.
Cuando empecé "Crónica de una muerte anunciada", en 1979 comprobé que en la pausas entre los dos libros perdía el hábito de escribir y cada vez me resultaba más difícil empezar de nuevo. Por eso, entre octubre de 1980 y marzo de 1984, me impuse la tarea de escribir una nota semanal en periódicos de diversos países, como disciplina para mantener el brazo caliente. Entonces se me ocurrió que mi conflicto con los apuntes del cuaderno seguía siendo un problema de géneros literarios y que en realidad no debían ser cuentos sino notas de prensa. Solo que después de publicar cinco notas tomadas del cuaderno, volvía a cambiar de opinión: eran mejores para el cine. Fue así como hicieron cinco películas y un serial de televisión.
Lo que nunca preví fue que el trabajo de prensa y de cine me cambiaría ciertas ideas sobre los cuentos, hasta el punto de que al escribirlos ahora en su forma final he tenido que cuidarme de separar con pinzas mis propias ideas de las que me aportaron los directores durante la escritura de los guiones. Además, la colaboración simultánea con cinco creadores diversos me sugirió otro método para escribir los cuentos: empezaba uno cuando tenía el tiempo libre, lo abandonaba cuando me sentía cansado o cuando surgía algún proyecto imprevisto, y luego empezaba otro. En poco más de un año, seis de los dieciocho temas se fueron al cesto de los papeles, y entre ellos el de mis funerales, pues nunca logré que fuera una parranda como la del sueño. Los cuentos restantes, en cambio, parecieron tomar aliento para una larga vida.
Ellos son los doce de este libro. En septiembre pasado estaban listos para imprimir después dos años de trabajo intermitente. Y así hubiera terminado su incesante peregrinaje de ida y vuelta al cajón de la basura, de no haber sido porque a última hora me mordió una duda final. Puesto que las distintas ciudades de Europa donde ocurren los cuentos las había descrito de memoria y a distancia, quise comprobar la fidelidad de mis recuerdos casi veinte años después, y emprendí un rápido viaje de reconocimiento a Barcelona, Ginebra, Roma y París.
Ninguna de ellas tenía ya nada que ver con mis recuerdos. Todas, como toda la Europa actual, estaban enrarecidas por una inversión asombrosa: los recuerdos reales me parecían fantasmas de la memoria, mientras los recuerdos falsos eran tan convincentes que habían suplantado a la realidad. De modo que me era imposible distinguir la línea divisoria entre la desilusión y la nostalgia. Fue la solución final. Pues por fin había encontrado la que más me hacía falta para terminar el libro, y que sólo podía dármelo el transcurso de los años; una perspectiva en el tiempo.
A mi regreso de aquel viaje venturoso reescribí todos los cuentos otra vez desde el principio en ocho meses febriles en los que no necesité preguntarme dónde terminaba la vida y dónde empezaba la imaginación, porque me ayudaba la sospecha de que quizás no fuera cierto nada de lo vivido veinte años antes en Europa. La escritura se me hizo entonces tan fluida que a ratos me sentía escribiendo por el puro placer de narrar, que es quizás el estado humano que más se parece a la levitación. Además, trabajando todos los cuentos a la vez y saltando de uno a otro con plena libertad, conseguí una visión panorámica que me salvó del cansancio de los comienzos sucesivos, y me ayudó a cazar redundancias ociosas y contradicciones mortales. Creo haber logrado asi el libro de cuentos mas próximo al que siempre quise escribir.
Aquí está, listo para ser llevado a la mesa después de tanto andar del timbo al tambo peleando para sobrevivir a las perversidades de la incertidumbre. Todos los cuentos, salvo los dos primeros fueron terminados al mismo tiempo, y cada uno lleva la fecha en que lo empecé. El orden en que están en esta edición es el que tenían en el cuaderno de notas.
Siempre he creído que toda versión de un cuento es mejor que la anterior. ¿Cómo saber entonces cuál debe ser la última? Es un secreto del oficio que no obedece a las leyes de la inteligencia sino a la magia de los instintos, como sabe la cocinera cuándo está la sopa. De todos modos, por las dudas, no volveré a leerlos, como nunca he vuelto a leer ninguno de mis libros por temor de arrepentirme. El que los lea sabrá qué hacer con ellos. Por fortuna, para estos doce cuentos peregrinos terminar en el cesto de los papeles debe ser como el alivio de volver a casa.
Gabriel García Márquez
Cartagena de Indias, abril, 1992
martes, julio 05, 2005
Libros libros libros
sábado, julio 02, 2005
Bienvenidos sean los recien llegados.
A rush of bloog to the head de Coldplay
27.03.04 de Sexy Sadie
Meat is murder The Smiths
Loaded de The Velvet Underground
Mother Love Bone
Discos nuevos y buenos para mi colección. Me dejé aconsejar por expertos y he vuelto a casa con pequeñas joyas en mis manos. El monstruo blanco necesita comida y yo no voy a ser quien se la niegue.
domingo, febrero 27, 2005
Mañana, a clase...
El viernes subí a ver la nota de lingüística. Un 5'8, estoy contenta. Intentaré ir pasado mañana a ver el exámen, sobretodo para ver que fue lo que me salió mal. No soy muy dada a hablar con los profesores, me da bastante corte, pero habrá que hacerlo....
Bueno, poco más...
sábado, enero 29, 2005
Fonética
Gabriel García Márquez: Por la libre. Obra periodística 4 1974 - 1995
Ed. Mondadori
miércoles, diciembre 01, 2004
Amarillos y verdes
¿Por qué el color se llama naranja si la fruta es amarilla? ¿Por qué el DRAE dice que el amarillo es el color de los limones cuando son verdes?
miércoles, noviembre 17, 2004
Del Amor y Otros Demonios
El 7 de Agosto de 1998 el presidente Pastrana se convirtió en Presidente de Colombia. Yo estaba en una lavandería de Cartagena de Indias conectada a internet. Una de esas noches terminamos en un hotel precioso, con un patio interior muy parecido al de la foto. Al poco tiempo me enteré que ese hotel era el convento donde García Márquez centra la acción de "Del amor y otros demonios". Toda la arquitectura de Cartagena de Indias está plagada de balcones de madera, patios interiores con fuentes y miles de plantas.