Cruzaba el puente Serrador cuando se fijó en un viejito que le pidió con un gesto una papa frita a un muchacho que caminaba distraida. El chico ni se inmutó, siguió caminando ante la cara de tristeza del abuelín. Ella llevaba dentro del bolso un paquete de galletas a medias que había comprado para desayunar y sin mediar palabra, lo sacó y se lo dió con una sonrisa.
Galletas - Pon tu mente al sol
La Casa Azul
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