Ahora que ya estamos casi a final de curso, puedo hacer una valoración interesante de este año de vuelta a casa, de volver a la rara normalidad de la que salí hace cuatro años al acabar el instituto, un año donde he vuelto a tener la presencia de mis padres presente todo el día. El cambio se ha notado más en las cosas rutinarias como la radiodespertador que decidí no llevarme a mi investigación en otra ciudad o las comidas regulares que en mi constancia: sigo siendo la misma bala perdida que dejó el primer año de carrera.
En la cuestión social, divertido... la gente de cafetería... ¿Cómo encontrar un sustantivo para describir esa amalgama de personas que nos reunimos al final de clase, al principio o en medio? No son amigos, no existe la complicidad necesaria para que los considere amigos. Tampoco son conocidos, porque en realidad nos hemos ido juntando por esa necesidad de no estar solos. Quizás a uno o dos podría llegar a considerarlos amigos, habrá que ver que ocurre en verano.
De amor, como siempre, de puta madre, me considero afortunada... ¡Qué poco se puede decir cuando algo va bien!
P.D. Estoy viendo las Cerezas, ahí está Figo y Boris Itzaguirre, flipante la cara de Figo cada vez que a Boris se le escapa la pluma absoluta...
Hace 21 horas
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