jueves, noviembre 24, 2005
Debería cambiar las sábanas
Ayer no estaba, noté su ausencia en la esencia de su almohada al darme la vuelta intentando conciliar un sueño que se resistía. Dormir sin ella. Dormir sin ella es un delirio, noche en blanco y día maldito. Me lo dijo mil veces y yo sigo sin comprenderlo. Al final, se cansó y se largó dejando un vacío enorme en su lado de la cama. Olvidó las promesas: "Para siempre" cada vez dura menos tiempo. Se dejó el cepillo de dientes, lo ví al levantarme, quise tirarlo, pero me arrepentí, lo dejé en su cajón vacío. El pájaro estuvo chillando toda la mañana y las plantas parecían preocupantemente secas cuando salí de casa. Eran sus plantas y su pájaro. Mientras comía, el teléfono no dejaba de sonar y yo no dejé de mirar mi reflejo en el televisor apagado. Debajo del cojín encontré su mechero plateado, lo metí en su antiguo cajón, junto a mi maquinilla de afeitar. Antes de irme a trabajar, metí la jaula del pájaro muerto dentro de una enorme bolsa de basura, junto a los restos de las plantas. Me la encontré de camino, nos saludamos como viejos amigos y nos prometimos un café. Más palabras vacías. En el trabajo alguien pronunció su nombre y no pensé en ella. Al llenar la lavadora encontré su pañuelo verde, lo tiré a la basura sin mirarlo. Me metí en la cama jugeteando con las mantas y sentí su ausencia entre las sábanas. Lloré por última vez ese día.